La medida es un nuevo golpe a la ciencia en ese país, que se suma la clausura del Ministerio de Ciencia y Tecnología, realizado en diciembre del año pasado. Por eso, un grupo de 68 premios Nobel de áreas tan diversas como Medicina, Química, Física y Economía, dirigieron una carta al Presidente del país vecino alertando sobre los riesgos de estas medidas.
“Observamos cómo el sistema argentino de ciencia y tecnología se acerca a un peligroso precipicio y nos desalientan las consecuencias que esta situación podría tener tanto para el pueblo argentino como para el mundo”, sostuvieron.
De hecho, es probable que se genere una fuga masiva de talentos hacia otros países, debilitando el sistema científico-tecnológico de Argentina y Latinoamérica y generando una situación similar a la ocurrida en España hacia algunos años atrás.
Como vicerrector y cómo académico e investigador, he visto de cerca el gran aporte que la ciencia es capaz de generar para las transformaciones y soluciones que necesita nuestra sociedad. Me refiero en concreto al impacto en los ámbitos económicos, social, cultural y medioambiental, entre tantos otros. Además, la ciencia fundamental es la base sobre la cual se han construido grandes innovaciones que han cambiado el curso de nuestra historia.
Por ello, más que disminuir el respaldo al mundo científico es importante que nuestros países en Latinoamérica reafirmen su convicción con su desarrollo, sobre todo si queremos generar beneficios de largo plazo a nuestras naciones.
Y este es un tema que Chile no puede soslayar. El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI) estuvo trabajando en 2023 en la actualización de la Política Nacional de CTCI, que permitirá contar con un marco regulatorio y una hoja de ruta que permita a nuestro el país avanzar hacia el desarrollo desde una mirada científico-tecnológica, que esperamos pueda ser materializada durante este año. Mientras, en el ámbito de la investigación y desarrollo (I+D) aún tenemos desafíos pendientes, como lograr potenciar la vinculación con el sector productivo, para generar soluciones a los retos industriales desde el conocimiento avanzado.
A esto se suma la necesidad de avanzar en la regulación en materia de Inteligencia Artificial, en especial sus aspectos éticos, así como también la incorporación de la perspectiva de género en el mundo de las ciencias.
En definitiva, estamos transitando un camino donde aún tenemos mucho por hacer y el caso argentino no debe más que inspirarnos sobre la necesidad de potenciar y dar valor a la investigación científica como un eje central de desarrollo, siempre cuidando su (frágil) institucionalidad.
Rodrigo Navia
Vicerrector de Investigación y Postgrado
Universidad de La Frontera
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