Por Cristián Martínez, fundador de Crece Inmobiliario, Ingeniero Comercial, Magister en Administración de Empresas de IEDE y Master de Administración de Empresas en la Universidad de LLeida
Estamos a solo suspiros del cierre de este 2024 y el mercado inmobiliario chileno presenta un panorama que no se puede ignorar. Como observador y analista de este sector, me atrevo a decir que estamos ante una ventana de oportunidad para aquellos con la visión y los recursos para aprovecharla.
El último trimestre de este año promete ser un reflejo del dinamismo que experimentamos en el tercer trimestre de 2023, con un volumen de ventas que supera con creces lo visto en los primeros meses de 2024. Esta tendencia al alza no es por azar, sino el resultado de una reunión de factores que se han alineado para crear el escenario perfecto para los compradores.
Las inmobiliarias, presionadas por un stock que oscila entre las 90 mil y 105 mil unidades (cifras entregadas por la Cámara Chilena de la Construcción), han desplegado un abanico de estrategias para atraer compradores. Desde financiamientos de pie en cuotas sin intereses hasta por 60 meses (en algunos casos), hasta descuentos agresivos y promociones sin precedentes, el sector está prácticamente rogando a gritos que alguien aproveche estas oportunidades.
¿Por qué esta desesperación? La respuesta es simple: el costo de mantener este sobrestock es una carga financiera que las inmobiliarias no pueden sostener indefinidamente. Cada día que pasa, los costos de mantenimiento, los intereses bancarios y los gastos administrativos, complejizan las posibilidades de tener a flote estos proyectos y van mermando los márgenes de ganancia.
Lo que para las inmobiliarias es un dolor de cabeza, para los inversionistas, esto es una oportunidad dorada. La posibilidad de adquirir propiedades a precios que, en condiciones normales, serían impensables, y las condiciones de compra con flexibilidades cada vez más grandes, hacen de este último período, un verdadero mar de oportunidades.
Eso sí, esto no será eterno. Mirando hacia el horizonte de 2025, el panorama comienza a cambiar. Los permisos de edificación han disminuido significativamente, un claro indicador de que la oferta futura será más limitada. A esto se suma una realidad económica compleja: el ingreso real de las personas ha crecido a un ritmo más lento que el precio de las propiedades, y las instituciones financieras han endurecido sus criterios para brindar créditos.
Esto implica que, una vez que se liquide el stock actual, es probable que nos enfrentemos a un mercado muy diferente. Los nuevos proyectos que salgan a la luz lo harán a precios considerablemente más altos, reflejando no solo los costos actualizados de construcción, sino también la menor competencia en el mercado.
A medida que la compra de vivienda se vuelva más desafiante para el chileno promedio, el arriendo se perfilará como la opción preferida para muchos. Aquí yace otra oportunidad para el inversionista que tiene la espalda para adquirir propiedades: comprar ahora para en el futuro generar un flujo constante de ingresos arrendando el inmueble.
Por eso, si tienen la capacidad, este es el momento de actuar. Las condiciones actuales del mercado ofrecen una combinación única de precios competitivos, amplia selección y términos de financiamiento favorables que difícilmente se repetirán en el corto o mediano plazo. Algo a considerar, es que cada propiedad, cada oferta, debe ser evaluada no solo por su atractivo inmediato sino por su potencial a largo plazo. La ubicación, las perspectivas de desarrollo de la zona, la calidad de la construcción, todos estos factores deben ser considerados cuidadosamente.
Aquellos que logren capitalizar este momento no solo estarán haciendo una inversión inteligente para su futuro, sino que también estarán contribuyendo a estabilizar un sector crucial para la economía nacional.
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