El enfoque educativo Montessori ha transformado profundamente el rol del docente en Chile, alejándose de una enseñanza tradicional basada en la instrucción directa hacia un modelo en el que el maestro actúa como guía y facilitador del aprendizaje autónomo.
En lugar de ser el centro de la atención en el aula, el docente Montessori promueve un entorno donde los estudiantes exploran a su propio ritmo, desarrollando su creatividad, independencia y pensamiento crítico. Este cambio ha permitido una mayor personalización del aprendizaje y ha fomentado un vínculo más cercano entre el estudiante y su entorno educativo.
“Es necesario que un docente que quiera aprender sobre la metodología, se forme en ella desde el aspecto metodológico, como también desde el punto de vista de la filosofía Montessori. De hecho, una de los conceptos más importantes de esta formación tiene que ver con la observación”, explica Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los niños de Colegio Epullay, ubicado en la comuna de Peñalolén, con 30 años de trayectoria, y uno de los más prestigiosos en el aprendizaje basado en la filosofía Montessori.
“Se podría decir que un guía Montessori siempre está en una etapa de estudio y de formación, está en constante desarrollo y, esto es algo que no termina nunca. Además, detrás de la preparación hay un trabajo importante en el desarrollo personal de quien se transforma en guía Montessori, estar en paz con una. La humildad también tiene mucho que ver, que, tal como menciona Montessori, es parte de aceptar que yo me puedo equivocar y eso es muy importante porque abre el espacio para pedir disculpas, incluso delante de los niños”, agrega la profesional.
Otra de las características del enfoque Montessori es que en el aula son los niños y niñas los protagonistas y no los docentes. “La guía está al servicio de ellos, se adapta a los estudiantes y no, al revés como suele pasar con la educación tradicional. Es el adulto quien sigue al niño en sus habilidades e intereses, quien debe abocarse a observarlos para poder conocerlos y entender qué es lo que necesitan en cada etapa. Además, lo que más se trabaja en Montessori es creer en el estudiante”.
En relación a los desafíos principales de los docentes o Guías Montessori, la profesional indica que “es sin duda trabajar en la capacidad de observación ver lo que sucede, registrarlo de una manera objetiva y, con eso, poder tener el conocimiento de todos los niños y niñas de tu clase. Esto es algo que se va logrando en la medida que vas creciendo profesionalmente, ya que uno tiende a estar más centrado en hacer que en observar”.
“Otro gran reto es el desarrollo personal, creo que esto es muy importante y que Montessori lo menciona como una preparación interna del Guía. Aprender de nuestros errores, aceptarnos como somos, observar al otro no desde mi mirada porque eso es prejuzgar, sino de manera objetiva, ya que sólo así podemos aceptar a los niños y niñas tal como son y confiar en ellos. (as)”, enfatiza.
Respecto a cómo el enfoque Montessori ha cambiado el rol del docente en Chile, Paulina Bobadilla reflexiona lo siguiente: “Partí hace 25 años en Montessori y diría que en ese tiempo había muchísimas diferencias entre esta metodología y la educación tradicional, pero hoy son cada vez menos. Actualmente hay muchísimas más alternativas educativas y en ellas tenemos algunas cosas en común en especial en el ámbito del aprendizaje activo. Además, hoy se entiende que, en la educación, especialmente desde edades tempranas, los niños deben explorar y experimentar para poder aprender; que el conocimiento no se consigue coloreando una plantilla. Y, creo que esto es un enfoque relevante que ha podido ir cambiando gracias a Montessori”.
Respecto a su visión de cómo ve la educación chilena y hacia dónde va, la experta indica que “considero está en un proceso de cambio, con un enfoque cada vez más centrado en los estudiantes. No obstante, aún prevalece el modelo académico tradicional, donde el docente sigue siendo el protagonista en el aula, y los niños y niñas asumen un rol más pasivo, limitándose principalmente a escuchar”.
“Considero que la educación debería enfocarse en proporcionar herramientas que desarrollen habilidades sociales desde edades tempranas, abordando aspectos como la gestión de las emociones, la forma en que se expresan y cómo se relacionan con los demás, el autoconocimiento y la capacidad de establecer límites, entre otros. El desarrollo emocional es fundamental, pero ha sido relegado en el sistema educativo, lo que ha contribuido a que muchos niños, niñas y jóvenes enfrenten dificultades significativas en este ámbito”, acota.
“Actualmente, todos los profesores enfrentan el desafío y la responsabilidad de adaptarse a diversas situaciones y a las características únicas de cada estudiante. Como docentes, no podemos ignorar la gran diversidad existente; es fundamental aceptar las diferencias y comprender que todos somos distintos, con formas de aprender que varían. Sin duda, esta realidad ha representado un desafío importante, pero también una oportunidad para enriquecer la práctica educativa”, finaliza.
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