En una reciente entrevista, Mario Kreutzberger, figura emblemática de la televisión chilena, expresó su preocupación por la programación de los canales nacionales y, en particular, por el contenido de los denominados “matinales”. Comparto plenamente su inquietud.
Comunicar es mucho más que informar. Significa, literalmente, “crear comunión”. Implica compartir ideas, perspectivas, y generar un espacio donde la sociedad pueda debatir, entender y construir su propia mirada de la realidad.
Pero, ¿qué nos ofrece hoy la programación matinal en los canales chilenos? Desde las primeras horas de la mañana, los televidentes reciben un flujo constante de noticias sobre criminalidad, asaltos, violencia, y el habitual desfile de chismes y controversias de figuras del espectáculo.
En vez de propiciar una comprensión más amplia y profunda de la realidad, estos programas terminan generando una atmósfera de ansiedad, miedo y, en muchos casos, un morbo colectivo.
No cabe duda de que la delincuencia y la inseguridad son problemas reales, y es cierto que las figuras públicas a menudo usan la pantalla para promocionar aspectos de su vida. Los matinales no inventan estas historias, pero sí las explotan, buscando sintonía y el “golpe periodístico” a través de una conexión incesante con la realidad cotidiana.
El resultado, desafortunadamente, es una comunicación que parece más orientada a reafirmar nuestras preocupaciones y miedos, que a ayudarnos a comprender o enfrentar los desafíos de forma constructiva. Se ha convertido en un ejercicio diario que alimenta la angustia en lugar de aliviarla.
Reconozco que los matinales también tienen segmentos valiosos, profesionales y entretenidos. Pero, en su mayoría, se han convertido en una competencia por captar audiencias a través del morbo, muchas veces a expensas de una comunicación saludable y enriquecedora.
En lugar de fomentar un diálogo abierto y crítico, contribuyen a crear una versión sesgada de la realidad, en la que predominan la inseguridad y el sensacionalismo.
La televisión chilena, como uno de los medios de mayor alcance en nuestra sociedad, tiene la responsabilidad y la capacidad de elevar su nivel de diálogo. Puede y debe, a través de sus espacios matinales, contribuir a una sociedad más informada y menos angustiada.
Es hora de que la televisión recupere su rol en la construcción de un espacio de intercambio que valore tanto las luces como las sombras de nuestra realidad, pero que siempre contribuya a nuestro bienestar colectivo.
Atentamente,
Marcelo Ferrari
Decano Facultad de Comunicaciones
UNIACC