Las colaciones escolares juegan un papel fundamental en la alimentación de los niños, pero muchas familias cometen errores al prepararlas. La nutricionista Ingrid Schifferli Castro, profesora asistente del Departamento de Salud Pública de la Universidad de la Frontera, advierte sobre dos prácticas habituales que pueden afectar la alimentación infantil: el exceso de comida en la lonchera y el uso de productos “light” como alternativa saludable.
Uno de los errores más comunes es enviar demasiada comida con la idea de que los niños puedan elegir qué comer. Sin embargo, esta práctica puede generar hábitos poco saludables.
“Alguno de los errores frecuentes es enviar demasiada colación para que puedan elegir qué comer. Eso pudiera, por un lado, hacerlos demasiado selectivos y, además, que se acostumbren a comer mucho”, explica Schifferli. Otro error es el uso excesivo de productos “light” o reducidos en calorías, que suelen estar altamente procesados y contienen edulcorantes artificiales.
“Se piensa que los niños tienen que comer cosas ‘light’ y para evitar que consuman demasiadas calorías envían alimentos ultra-procesados, pero en los que se reemplaza el azúcar por edulcorantes artificiales. No es la idea basarse en este tipo de alimentación, sino que sea más natural”, enfatiza la especialista.
Impacto en la concentración y el rendimiento escolar
Más que la colación en sí, lo que realmente influye en el rendimiento escolar y la capacidad de concentración de los niños es el desayuno.
“El romper el periodo de ayuno es importante para mejorar la concentración, ya que prepara al cuerpo y ‘alimenta’ al cerebro para la atención”, señala Schifferli.
Las colaciones cumplen un rol secundario, ayudando a evitar el hambre cuando la jornada escolar se extiende y el almuerzo se retrasa. Sin embargo, muchas familias creen que cada recreo debe ser una oportunidad para comer, lo que no es recomendable.
“Los recreos de los niños son súper cortos y es bueno que jueguen y socialicen, y que no estén pensando que cada ‘break’ es para comer algo”, advierte la experta.
El problema se agrava cuando las colaciones incluyen alimentos ultra-procesados con altos niveles de azúcar y grasa.
“Se ha visto que, debido a las alzas bruscas de glicemia y posterior caída de ésta bajo el umbral inicial, a los niños que consumen este tipo de alimentos les da más sensación de hambre y tienden a comer más alimentos y más energía en exceso. Esto afecta el peso corporal de manera más inmediata, pero en el mediano y largo plazo puede traer alteraciones metabólicas y, por supuesto, establecer hábitos alimentarios que no son saludables”.
El cambio en la tendencia de las colaciones
La manera en que las familias preparan las colaciones ha cambiado con el tiempo. Antes, predominaban las opciones caseras y naturales, pero en las últimas décadas la conveniencia ha llevado a muchas familias a optar por productos más procesados.
“Si comparamos entre finales del siglo pasado, los 80’s con los años 2000, el cambio fue de colaciones más naturales y caseras hacia más procesadas, manteniéndose esta tendencia por muchos años”, comenta Schifferli.
Hoy, aunque hay más información sobre alimentación saludable, muchas familias siguen eligiendo productos ultra-procesados debido a la facilidad con la que se pueden preparar.
“Hay mayor preocupación porque sean más saludables, pero un grupo importante aún basa las colaciones en alimentos ultra-procesados, principalmente por la facilidad a la hora de armar las colaciones”, agrega.
Opciones rápidas y saludables para las familias
Para quienes tienen poco tiempo, la clave está en elegir combinaciones simples pero nutritivas. “Lo fundamental es que, en términos generales, las colaciones contengan una fruta y un lácteo. Eso cuando el horario de salida es cercano al almuerzo o almuerzan en el colegio. Si los tiempos entre desayuno y almuerzo son más largos, conviene agregar algún alimento derivado de algún cereal, como un sándwich pequeño o mediano, idealmente en pan integral”, recomienda la especialista.
Otras opciones incluyen galletas o queques caseros en porciones pequeñas, huevo duro o frutos secos. Para quienes buscan alternativas más accesibles y sin preparación, los cereales de avena, galletas de arroz y barras de dátiles pueden ser una buena opción.
Por último, la hidratación es clave. “Para hidratarse, lo principal es el agua pura. No jugos, menos bebidas gaseosas y, por ningún motivo, energéticas, que pueden incluso provocar alteraciones cardiacas en niños pequeños”, enfatiza Schifferli.