El cambio del mercado inmobiliario que transformó a Chile en un país de arrendatarios

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Convertirse en propietario ha dejado de ser una meta sencilla de alcanzar para la mayoría de los chilenos. La histórica aspiración de tener “la casa propia” se enfrenta hoy a una realidad mucho más compleja, determinada por tasas hipotecarias elevadas, restricciones más severas en los créditos y un mercado de vivienda urbana que parece cada vez más ajeno al bolsillo promedio.

Ante este escenario, el llegar se ha transformado en la alternativa más común. Sin embargo, lo que inicialmente se pensó como una solución temporal se ha convertido en una condición prolongada. Vivir de arriendo implica no generar patrimonio y someterse constantemente a los vaivenes del mercado inmobiliario. Por eso, no sorprende que muchos comiencen a mirar hacia otro horizonte: el sur del país y sus parcelas.

La adquisición de un terreno rural o semiurbano emerge como una fórmula inteligente para quienes buscan esquivar el laberinto financiero de los créditos tradicionales. Con un monto que equivale al pie de una vivienda urbana, es posible adquirir una parcela y comenzar a construir un proyecto propio, paso a paso, sin las ataduras de una deuda a 30 años.

Este modelo no solo otorga mayor flexibilidad financiera, sino que permite al propietario tomar decisiones ajustadas a su ritmo y posibilidades.

La construcción por etapa y el aumento progresivo de la plusvalía transforman la parcela en un activo con valor creciente. En lugar de pagar durante décadas de interés, se invierte directamente en una propiedad que puede mejorar con el tiempo.

Es cierto que el mercado de terrenos también enfrenta desafíos. La posible regulación más estricta sobre nuevos desarrollos podría reducir la oferta y presionar alza los precios.

No obstante, para quienes ya han invertido o están considerando hacerlo, este contexto representa una oportunidad estratégica: anticiparse a la escasez y asegurar un bien que no solo ofrece refugio, sino también estabilidad y proyección.

Chile, hoy más que nunca, necesita modelos de propiedad adaptados a una realidad económica cambiante. Las parcelas no son solo un símbolo de escape hacia una vida más tranquila, sino una vía concreta para reconstruir el sueño de ser dueños, desde otras lógicas y con nuevas herramientas.

Por Francisco Urrutia

Gerente general de BBL

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