
Sí, te fue bien. Pero ¿por qué te sientes tan mal? Experta advierte sobre los “happy problems”, el impacto emocional de crecer profesionalmente.
Cambiar de puesto, recibir un ascenso o asumir un nuevo desafío laboral debería ser motivo de celebración. Sin embargo, una parte importante de los profesionales que dan este salto experimenta una paradoja emocional: ansiedad, inseguridad y hasta síntomas de burnout. A este fenómeno es posible denominarlo como los “happy problems”, es decir, problemas felices.
Según una encuesta global de Gartner, un 43% de los profesionales que asumen un nuevo rol de liderazgo sienten que no estaban preparados para los desafíos emocionales que conlleva, mientras que otro estudio, de McKinsey, mostró que el 49% de los líderes recién ascendidos reportan un aumento del estrés durante los primeros seis meses, principalmente por la presión de demostrar resultados y la soledad en la toma de decisiones.
“Un ascenso siempre implica una pérdida simbólica: de tu antigua rutina, tu zona de confort, el rol en el equipo o incluso de tu identidad laboral”, explica la psicóloga y coach en fortalezas, Ana Troncoso. “No es raro que aparezca culpa, ansiedad, o el temido síndrome del impostor”, agrega.
Además, el entorno muchas veces no ayuda. “Tu pareja, familia o incluso colegas pueden no entender por qué estás estresado si supuestamente te ‘está yendo bien’. Eso te puede hacer sentir aún más solo”, advierte Troncoso.
¿Qué es lo que sucede en la práctica que un ascenso y feliz noticia puede transformarse en un problema?
Tenemos que despedirnos de actividades que nos hacían sentir seguros y valorados. Sobre todo, para quienes son promovidos por primera vez, tienen que alejarse de aquellas actividades por las cuales los contrataron y que los hicieron sobresalir. Si eras vendedor ya no tendrás que vender, sino supervisar. Si estabas en contacto con pacientes de enfermería, ya no lo harás y tendrás que velar que el sistema funcione, se cubran los turnos, los recursos, etcétera. Tendrás contacto con pacientes junto a nuevas responsabilidades.
¿Qué es lo que cambia exactamente?
De acuerdo a Troncoso, cambian tres cosas: el uso del tiempo; las habilidades que requieres desplegar y en ocasiones aprender; y el aporte de valor que haces al negocio. En consecuencia, es un trabajo nuevo que espera de ti habilidades que te convierten en novato. “El tiempo lo tienes que usar para supervisar, coordinar y colaborar con pares de otras unidades de negocio, las habilidades son totalmente distintas por lo que harás un pequeño duelo, y tu aporte al negocio es más estratégico y administrativo, es decir, algo completamente nuevo. Si lo vemos así, es un cambio que naturalmente puede generar ansiedad, sentirse exigido y culpable por la incomodidad”, asegura la psicóloga.
¿Qué hacer si estoy pasando por estos “happy problems”?
Para quienes están enfrentando estos cambios, Ana Troncoso entrega algunas claves prácticas para transitar el período con mayor conciencia y bienestar. Lo primero es validar lo que se siente: reconocer que algo duele, aunque venga con un logro, no te hace ingrato ni débil. El cuerpo y las emociones también necesitan adaptarse al cambio.
También es importante crear una red de contención emocional. Hablar con personas de confianza o con colegas que hayan pasado por algo similar ayuda a poner en perspectiva lo que se vive. A veces, solo escuchar “yo también lo viví” ya alivia.
Incorporar pequeños rituales de seguridad en la rutina también puede marcar la diferencia. “Caminar al final del día, escribir un diario o agendar pausas activas ayudan a regular el sistema nervioso y reconectar con uno mismo”, asegura la profesional. Si el malestar persiste, buscar apoyo profesional —ya sea a través de coaching— puede entregar herramientas concretas para afrontar este nuevo escenario con mayor claridad y autoconfianza.
“Otro aspecto clave es permitirse no saberlo todo al tiro, ya que el síndrome del impostor se alimenta de la autoexigencia”, indica. Recordarse que se está aprendiendo, y que no se necesitan tener todas las respuestas desde el primer día, es vital. Y finalmente, cuidar el diálogo interno: ser compasivo con uno mismo y preguntarse, con honestidad, si trataríamos a un amigo en esta situación con la misma dureza con la que a veces nos tratamos.
Transitar un cambio no es lineal ni inmediato. Por eso, visibilizar los “happy problems” no es un capricho emocional: es parte de construir espacios laborales más humanos, empáticos y sostenibles