Cuando hablamos del futuro en general, y del futuro del trabajo en particular, no hay manuales ni gurús que puedan predecir qué nos espera.
La revolución tecnológica que estamos viviendo se da a un ritmo nunca antes visto y la duración de los ciclos es cada vez más corta, por eso muchos temas tienen bibliotecas divididas, por ejemplo en relación a la amenaza de reemplazo del trabajo humano por parte de la tecnología, los robots y, especialmente, la inteligencia artificial.
Está la biblioteca pesimista, que dice que ese proceso dejará a millones sin empleo, y la biblioteca optimista, que opina que esto ya pasó varias veces en la historia de la humanidad y que si bien hay destrucción de empleo, también hay generación de otros en reemplazo.
En general, no estamos tomando conciencia de la velocidad de este fenómeno. Muchos hablan de la tecnología como la profesión del futuro, pero la realidad es que no sabemos a ciencia cierta cuáles serán las carreras del futuro, pero sí sabemos que las profesiones de tecnología son las del presente.
Un ejemplo de esto se da en trabajos creativos como la composición musical o el diseño, espacios de predominancia del trabajo humano y que hoy vemos que la IA puede aportar y mucho.
Y si bien las particularidades de la matriz productiva y otros componentes del contexto económico y social de cada país harán que el impacto sea mayor o menor, o que llegue más o menos tarde, lo cierto es que no hay país que esté preparado para lo que nos espera.
En poco tiempo, veremos una mayor interacción y cooperación en tareas laborales entre máquinas, bots y, sobre todo, los “trabajadores digitales” basados en IA, trabajando a la par de los humanos.
Y ahí es donde las habilidades blandas, territorio exclusivo de los humanos, marcarán la diferencia en términos de empleabilidad.
Algo que no está exento de controversias ya que, en algunos casos, estas herramientas empiezan a considerarse parte formal de la fuerza laboral en las organizaciones.
Esto hace ineludibles las definiciones de ética y regulación, tanto como para asegurar el control humano y la eliminación de sesgos, como para que en lugar de reemplazar a las personas, las ayuden a ser más productivas y a obtener resultados de mayor valor en sus tareas laborales.
Por otro lado, el avance de la digitalización hace inciertas las competencias y las habilidades que los trabajos del futuro van a demandar. Por eso decimos que estamos frente a un cambio de paradigma.
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