El debate ya no se limita a los contenidos tradicionales. Sino a cómo la educación puede preparar a niños y jóvenes para un mundo en transformación.
Según el Monitor Global de Educación de Ipsos del pasado año, sólo un 15% de los chilenos califica la calidad del sistema educativo como “buena”. Un 49% la considera “mala”. Esto sitúa al país en el lugar 26 de 30 naciones encuestadas.
Esto refleja un deterioro en la confianza hacia la escuela y su capacidad de responder a los desafíos actuales.
Es que el debate ya no se limita a los contenidos tradicionales. Es sobre cómo la educación puede preparar a niños y jóvenes para un mundo en transformación.
Así se plantea en el libro “Educación en cuatro dimensiones”. En el cual, el Marco 4D propuesto por Charles Fadel -quien próximamente se presentará en el Seminario Inteligencia Artificial en la Educación, invitado por Fundación Santillana– incluye las dimensiones de Conocimiento, Aptitudes, Carácter y Meta aprendizaje. Las que junto a habilidades socioemocionales se han vuelto fundamentales.
En este escenario, cobran relevancia cuatro ejes que diversos especialistas de Santillana plantean a través del programa Compartir, como urgentes para repensar la educación en Chile:
No hay aprendizaje sin bienestar. En un escenario global marcado por la incertidumbre, la escuela debe ser un espacio que ayude a los estudiantes a desarrollar resiliencia, empatía y manejo de emociones. La salud mental, tantas veces invisibilizada, se convierte en un pilar para garantizar trayectorias educativas sostenibles.
El futuro escolar está atravesado por la digitalización. Desde la alfabetización en TIC hasta el uso ético de la inteligencia artificial. La tecnología exige nuevas formas de enseñar y aprender. Chile enfrenta aquí un doble desafío, reducir la brecha digital y convertir la tecnología en una herramienta para la inclusión y la innovación pedagógica.
Las escuelas requieren directivos y docentes capaces de guiar procesos de cambio profundo. Liderar hoy significa generar confianza, impulsar metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos y motivar a las comunidades escolares a trabajar de manera colaborativa. Un liderazgo transformador puede ser la diferencia entre un sistema educativo que se estanca y uno que avanza.
La confianza en la educación también depende de la percepción pública de las instituciones escolares. Más de la mitad de la población (51%) cree que hoy es más difícil progresar que en el pasado.
Los colegios deben consolidarse como espacios de movilidad social, innovación y construcción ciudadana. El fortalecimiento institucional implica transparencia, coherencia y capacidad de responder a las expectativas de las familias y de la sociedad.
Desde Santillana Chile destacan que, en general, los análisis evidencian una sensación de dificultad en el ámbito educacional. Pero también subrayan la urgencia de una transformación.
Apostar por el bienestar socioemocional, la inteligencia tecnológica, el liderazgo transformador y el posicionamiento institucional no es sólo una agenda educativa. Es una hoja de ruta para devolverle a la educación chilena el rol de motor de futuro.
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