
El cambio de estación es, de por sí, un tremendo incentivo para los más pequeños. Por lo mismo, desde la perspectiva de la educación Montessori. Este periodo se convierte en una oportunidad única para estimular la curiosidad. Y fomentar el desarrollo integral de los niños.
“La primavera ofrece estímulos sensoriales potentes, cambios en el entorno y posibilidades de descubrimiento. Que invitan a los niños a observar, preguntar y experimentar por sí mismos”, explica Paulina Bobadilla. Una de las voces más autorizadas en la filosofía Montessori en Chile y Directora del Colegio Epullay.
El desafío Montessori: acompañar sin “invadir”
La gran lección de la filosofía Montessori es sencilla. Los niños aprenden mejor cuando interactúan libremente con su entorno. De hecho, la clave no está en imponer contenidos. Sino en que ellos descubran los cambios y se sientan motivados por una curiosidad que es inherente.
Para esto, la experta enfatiza el rol del adulto. La misión de padres y educadores es “acompañar sin imponer”. O sea, hay que fomentar la autonomía, permitiendo que los pequeños exploren, experimenten y formulen preguntas, lo que a su vez fortalece la concentración y un vínculo profundo con el mundo natural.
El dato práctico: menos pantalla, más jardín
Para aprovechar este regalo estacional, la especialista recomienda experiencias que aterricen a los niños en la naturaleza. Esto puede ser tan simple como plantar una semilla en casa, observar a los insectos en el parque. O, simplemente,
“Lo importante es que cada actividad sea vivencial. La idea es que el niño se sorprenda y descubra a su propio ritmo. No es una carrera”, subraya Bobadilla.
Pero, ¿cómo se logra esto sin intervenir de más? La Directora de Epullay lo tiene claro. La clave es ofrecer guía y apoyo solo cuando es necesario.
“Los padres y educadores deben estimular la observación y hacer preguntas que inviten al análisis, ¿Por qué crees que esta hoja está amarilla?, ¿Qué pasaría si la ponemos en el agua? Dejando que los niños decidan cómo quieren explorar, qué investigar y qué experimentar”, aconseja Bobadilla.
En resumen, la primavera se transforma, a todas luces, en un verdadero laboratorio natural. Donde el juego es el motor del aprendizaje. Al final, de esta exploración nacen la autonomía, la curiosidad. Y una relación cercana con el mundo, valores que son fundamentales y que los acompañarán toda la vida.