Constanza Vidal, psicóloga de la Unidad de Apoyo al Duelo de Acoger, red de cementerios católicos comparte recomendaciones tanto para quienes transitan un duelo, como para quienes acompañan a alguien que está pasando por este proceso.
Hablar de la muerte nunca ha sido fácil. Por más que podamos racionalizar el tema, entendiéndolo como parte de la vida, aún sigue siendo un tema difícil de abordar y aceptar.
También sobre los vínculos y el amor que permanece más allá de la ausencia física.
Así lo plantea Constanza Vidal, psicóloga de la Unidad de Apoyo al Duelo de Acoger, red de cementerios católicos, quien explica. “Vivir la muerte desde el amor implica aceptar que el dolor no se borra. Pero sí se puede transformar. Podemos seguir teniendo un vínculo, recordando desde la gratitud y amor hacia lo vivido”.
Sin embargo, para lograr esto es imprescindible que todas las emociones que surgen durante el proceso de duelo sean vividas. Ello, al ritmo de cada persona, considerando su manera personal de expresar su dolor.
“El duelo necesita tiempo, compañía y un entorno que escuche. En Acoger trabajamos precisamente en eso. Brindar apoyo emocional y espiritual, recordando que el amor no se termina con la muerte”, señala la profesional.
Respecto a quienes acompañan a alguien en duelo, la experta indica que lo importante es hacerlo desde la empatía, la escucha activa e, incluso, a través del silencio.
“Muchas veces basta con estar, escuchar o compartir un silencio. Pensamos que tenemos que decir o hacer algo en especifico, olvidamos que un abrazo y la presencia puede ser más que suficiente”, afirma.
La especialista comparte algunas recomendaciones para sobrellevar este proceso desde una mirada compasiva y transformadora.
Permitir sentir sin culpa. Tristeza, rabia, impotencia, nostalgia o, incluso, alivio son emociones válidas. Negar las emociones solo prolonga el sufrimiento.
Hablar del ser querido. Recordar momentos y anécdotas sobre nuestro ser querido. O generar rituales, ayuda a integrar la pérdida en la vida cotidiana
Buscar apoyo. Conversar con familiares y amigos sobre cómo estábamos sintiendo el proceso. Y recurrir a ayuda profesional de ser necesario.
Cuidar el cuerpo. Dormir bien, alimentarse y realizar actividades físicas o artísticas que ayuden a canalizar emociones.
Resignificar la pérdida. Transformar el vínculo desde la ausencia física hacia la presencia simbólica, encontrando nuevas formas de conexión.
“El amor que sentimos no desaparece con la muerte, cambia de forma. Transformar el vínculo para que continúe en nuestra vida, es parte del camino del duelo”, concluye Vidal.
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