Chile enfrenta una crisis silenciosa y profunda. La caída sostenida de los permisos de edificación.
Puede parecer un dato técnico, pero detrás de esto se esconde un efecto dominó que repercute directamente en el bolsillo de las personas. En el empleo y en la estabilidad de uno de los motores históricos de nuestra economía. La industria de la construcción.
Una investigación del académico Armando Durán, de la Universidad de Talca, pone números a esta realidad.
Se trata del nivel más bajo en una década y resulta preocupante. Además que el desplome se concentra en el segmento de viviendas sociales. Uno de los sectores en que más se necesita aumentar la oferta.
Las razones son múltiples y conocidas. El alza en los costos de construcción y las tasas hipotecarias históricamente altas. También las restricciones de financiamiento y la incertidumbre regulatoria han frenado nuevos proyectos, desincentivando la inversión.
Porque cuando se detiene la construcción, no sólo se afectan las empresas inmobiliarias. Se paralizan oficinas de arquitectura y estudios de ingeniería. También proveedores de materiales, servicios logísticos, transporte, y miles de trabajadores de la construcción. Que hoy ven amenazadas sus fuentes laborales.
El efecto dominó también llega al mercado del arriendo; con menos proyectos en marcha y una oferta habitacional cada vez más escasa, los precios se han disparado.
Según el mismo estudio, los arriendos han subido más de un 50% en el último quinquenio. Y no es sólo un problema de oferta y demanda, ya que muchos edificios terminados permanecen vacíos durante más de dos años, atrapados entre la falta de compradores y la incertidumbre económica. O sea, se construye menos, se vende menos y se arrienda más caro.
Tenemos que tener claridad que la crisis habitacional que vivimos no se resuelve sólo con subsidios o programas estatales, sino con un ecosistema de confianza. El mercado necesita normativas claras, estabilidad en los costos y acceso a financiamiento razonable.
Cuando las reglas del juego son previsibles y justas, los inversionistas vuelven, los proyectos se reactivan y el círculo virtuoso de la construcción se pone nuevamente en marcha.
Hoy más que nunca, Chile necesita recuperar esa confianza. Reactivar la construcción no es sólo una meta del sector privado, es una urgencia país. Es un camino probado para generar empleo, dinamizar la economía y, sobre todo, devolver a miles de familias la posibilidad de acceder a una vivienda.
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