Liderazgo presidencial en pleno siglo XXI

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Liderazgo presidencial en pleno siglo XXI

Por Alejandro Goldstein, socio de OLIVIA

Ad portas de una nueva elección presidencial en Chile, es importante detenerse a repensar el rol de un líder en pleno siglo XXI. Sin duda, el desafío es bastante importante.

Sobre todo considerando el panorama social, cultural y económico actual. Donde prima la desconfianza.

En efecto, según el Barómetro de Confianza de Edelman 2025, 61% de la población mundial desconfía de las instituciones. Esto, porque privilegian intereses propios sobre el bienestar colectivo. 

Asimismo, los conflictos geopolíticos abundan. Impactando de lleno en las cadenas de logística, los precios de la energía y las materias primas. Entre muchas otras aristas.

Adicionalmente, se expande la creencia de que la digitalización y el uso de la IA ponen en jaque al mundo laboral. 

De hecho, el 59% de los trabajadores a nivel mundial teme la pérdida de empleo debido a la automatización. Al 63% de las personas les preocupa que países extranjeros desencadenen una guerra de información.

A lo anterior se suma el envejecimiento acelerado de la población. La migración y diversos cambios demográficos que representan una fuerza disruptiva que los líderes deben enfrentar.

Así, el liderazgo del siglo XXI—y particularmente en Chile—requiere personas ágiles. Capaces de navegar la ambigüedad, construir puentes de confianza y liderar con propósito en un mundo donde la legitimidad institucional está siendo constantemente cuestionada.

Esto implica un liderazgo contextual y flexible. Capaz de leer y adaptarse a los desafíos del entorno.

Este liderazgo requiere, además, humildad y empatía para fomentar la colaboración genuina.  Reconocer tanto fortalezas como limitaciones propias, escuchar activamente y delegar con confianza.

Estas cualidades alimentan, a su vez, la adaptabilidad. La capacidad de ajustarse eficazmente a contextos inciertos, interpretando señales del entorno y ajustando la estrategia en tiempo real.

En el Chile actual, esta capacidad no es solo deseable. Es crítica para la viabilidad de cualquier proyecto político.

En definitiva, los líderes del siglo XXI deben combinar visión estratégica, empatía y comunicación efectiva. Esto, para conectar con una ciudadanía cada vez más crítica e informada.

En Chile, esto incluye gestionar crisis complejas e interconectadas—desde la seguridad pública hasta la crisis climática e hídrica—y promover soluciones sistémicas que sean sostenibles en el tiempo y territorialmente pertinentes.

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