La zona norte de Chile volvió a hacer visible lo que durante años preferimos ignorar- La logística no colapsa de golpe, se tensiona en silencio.
El estrés del Puerto de Arica no es una anécdota coyuntural ni un problema operativo. Es la señal de que el país sigue pensando su infraestructura con lógica del pasado. Esto mientras el comercio regional ya opera en otra escala.
El Tratado de 1904 fue diseñado para otro siglo. Hoy genera ineficiencias que castigan a todos. Al puerto, al comercio boliviano y a la competitividad chilena.
Esto no se resuelve solo con más metros cuadrados o zonas de rebalse. Se resuelve repensando reglas, flujos, incentivos y tecnología. Los gateways no se decretan. Se diseñan.
La pregunta ya no es si el comercio seguirá creciendo –eso es un hecho–, sino si Chile quiere liderar ese crecimiento o simplemente soportarlo.
La logística moderna no se trata de resistir el diluvio. Sino de rediseñar el techo antes de que llueva. Porque en comercio internacional, quien no invierte en fluidez termina pagando fricción.
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