Correr, entrenar fuerza, hacer clases funcionales o combinar distintas disciplinas. Se ha vuelto parte de la rutina de muchos deportistas amateurs. Sin embargo, uno de los errores más frecuentes en este tipo de entrenamientos híbridos. Es usar la misma zapatilla para todo, sin considerar que no todas están diseñadas para cumplir la misma función.
Según explica Christian Gutiérrez, kinesiólogo, coach y embajador de ASICS Chile, esta confusión es habitual. En personas que alternan running con gimnasio, y puede impactar tanto el rendimiento. Como en la salud neuromuscular del sistema encargado de sensar y expresar el movimiento.
“Muchas personas creen que una sola zapatilla puede servir para correr, entrenar fuerza y hacer clases funcionales. Pero cada una responde a demandas biomecánicas distintas”, señala.
Las zapatillas de running están diseñadas para priorizar la amortiguación y el retorno de energía. Lo que permite absorber el impacto y, a la vez, entregar el empuje necesario para el despegue del pie.
Esto favorece una transición eficiente en la pisada, tanto en corredores principiantes —que suelen apoyar desde el talón. Como en corredores más experimentados, que tienden a hacerlo desde el mediopié o metatarso. Contribuyendo a una mayor economía de carrera.
“En el running, el cuerpo se mueve en relación a un plano (Sagital), pero también debe soportar movimientos en otros sentidos. Ya que el desplazamiento combina puntos estables y puntos móviles.
Por eso, el calzado debe acompañar estos patrones de movimiento. Y ayudar a disminuir la carga sobre las articulaciones, especialmente en rodillas y tobillos”, explica Gutiérrez
En ese contexto, el kinesiólogo destaca que sistemas de amortiguación como el GEL de ASICS. Están diseñados para absorber el impacto de cada zancada. Contribuyendo a una experiencia de carrera más cómoda y a una mejor protección articular en recorridos de media y larga distancia.
En contraste, las zapatillas de training están pensadas para entrenamientos más variados y multidireccionales, como trabajo de fuerza, HIIT o clases funcionales, donde hay desplazamientos laterales, saltos y cambios rápidos de dirección.
“En este tipo de entrenamientos la estabilidad es fundamental. Una base más firme y un mayor contacto con el suelo permiten tener mejor control del movimiento y reducir el riesgo de inestabilidad”, indica el Gutiérrez.
Por eso, este tipo de calzado suele tener una mediasuela más estable y una estructura que prioriza una mayor base de sustentación para favorecer las estrategias de equilibrio y el soporte. En el caso de ASICS, tecnologías como FLYTEFOAM, utilizadas en modelos de entrenamiento, permiten lograr una base más firme y estable, a diferencia del diseño más curvo y amortiguado que caracteriza a las zapatillas de running
Aunque es común ver a corredores entrenando en gimnasio con zapatillas de running, el especialista advierte que no siempre es lo más adecuado.
“La amortiguación y la suela curva del calzado de running pueden jugar en contra en ejercicios de fuerza o movimientos laterales ya que la transferencia de los pesos se disipa. Elegir la zapatilla correcta es parte de entrenar de forma consciente y cuidar el cuerpo”, concluye Christian Gutiérrez.
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