Por Matías Apparcel, CEO Aim Global
Desde hace décadas, Estados Unidos ha representado un imán para quienes buscan nuevas oportunidades. Sin importar el origen, el “sueño americano” sigue presente entre los latinoamericanos, aunque las barreras para emigrar son cada vez más exigentes. A pesar de las dificultades, alternativas como la Visa EB-5 ofrecen una vía para quienes cuentan con los recursos económicos suficientes y buscan obtener la codiciada “Green Card” por medio de la inversión.
Este programa, gestionado por el USCIS (Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos) y creado en 1990, tiene como objetivo estimular la economía a través de la inversión extranjera y la creación de empleos. Los inversionistas, junto con sus cónyuges e hijos menores de 21 años, pueden acceder a la residencia permanente en EE. UU. si cumplen con los requisitos establecidos.
Sin embargo, aunque esta visa es una opción atractiva, sigue siendo desconocida para muchos latinoamericanos. La tendencia en la región ha sido optar por alternativas europeas, como los programas de residencia en España o Portugal, especialmente entre los jóvenes. En cambio, la EB-5 brinda una oportunidad de vivir y trabajar en una de las economías más fuertes del mundo, con beneficios que trascienden lo económico.
El proceso comienza con una inversión significativa en un negocio o proyecto en EE. UU. La cifra mínima asciende a 1.050.000 USD si la inversión se realiza de forma directa, pero esta cantidad puede reducirse a 800.000 USD si se invierte en zonas designadas como “Targeted Employment Areas” (TEA), es decir, áreas rurales o con alto desempleo.
Un punto fundamental de este programa es que la inversión debe generar al menos 10 empleos a tiempo completo para trabajadores estadounidenses calificados. Esto puede hacerse de dos maneras: a través de una inversión directa en un negocio, lo que permite al inversionista mantener control sobre la operación, o mediante los “Regional Centers” (Centros Regionales), que gestionan proyectos en las áreas TEA, facilitando el proceso de creación de empleos para el inversionista.
Una vez realizada la inversión y aprobada la petición (formulario I-526), el inversionista y su familia obtienen una residencia condicional por dos años. Durante este tiempo, deben demostrar que la inversión cumple con los requisitos, incluido el número de empleos generados. Superado este periodo, se puede solicitar la residencia permanente por 10 años, renovable.
Más allá de la residencia permanente, esta visa permite a los inversionistas y sus familias aspirar a la ciudadanía estadounidense tras un mínimo de cinco años. Esto abre la puerta a múltiples beneficios, como la posibilidad de vivir, trabajar y estudiar en EE. UU., un país que sigue ofreciendo ventajas educativas y laborales sin parangón.
Además, el pasaporte estadounidense permite la entrada sin visa a 184 destinos, incluyendo el espacio Schengen en Europa. Para los latinoamericanos que buscan diversificar su presencia internacional, la compatibilidad del pasaporte estadounidense con la doble ciudadanía es un plus invaluable.En un contexto donde la migración está cada vez más restringida, la Visa EB-5 surge como una opción para quienes no solo buscan mejores oportunidades en EE. UU., sino también la posibilidad de contribuir a su crecimiento económico. Para muchos inversionistas latinoamericanos, este programa representa la posibilidad de lograr lo que tantas otras vías migratorias dificultan: obtener una residencia estable en una de las potencias mundiales.
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