La industria del packaging en Chile mueve más de US$1.800 millones al año y representa el 1,3% del PIB nacional.
Sin embargo, su importancia trasciende la economía: el envase se ha convertido en un actor central en la lucha contra el desperdicio de alimentos y en la continuidad operacional de empresas de todos los tamaños.
Durante la pandemia quedó demostrado. Mientras muchos sectores se paralizaban, el packaging creció de manera sostenida a nivel global, porque el envase no solo protege, sino que también asegura inocuidad, higiene y conservación.
Hoy, tecnologías de envasado con atmósferas modificadas, envases de alta barrera y aditivos especializados permiten alargar la vida útil de los alimentos, reduciendo mermas en la cadena logística y generando ahorros concretos.
El auge del delivery, el ecommerce y el consumo planificado también transformaron el comportamiento del consumidor: ya no se compra por impulso, sino de manera más racional.
A este cambio cultural se suma un desafío estructural: la escasez de mano de obra en Chile.
Frente a ello, la automatización inteligente aparece como una solución estratégica. Y no se trata necesariamente de robots sofisticados, sino de procesos que reemplazan tareas manuales por máquinas más eficientes, liberando recursos humanos para funciones donde son realmente necesarios.
Desde líneas capaces de producir 200 hamburguesas por minuto hasta equipos diseñados para pequeños productores, la automatización ya no es exclusiva de las grandes compañías: también está al alcance de PYMEs que buscan continuidad operacional y rentabilidad.
Es una herramienta que conecta la industria con los consumidores y que, bien aplicada, puede marcar la diferencia entre desperdiciar o aprovechar los recursos.
En los próximos años, la clave estará en integrar innovación y conciencia: diseñar envases que alarguen la vida útil de los productos, optimizar los procesos de envasado y apostar por la automatización como motor de competitividad.
Si queremos avanzar hacia un sistema alimentario más justo, eficiente y sostenible, el packaging no puede seguir viéndose como un simple accesorio, sino como un aliado estratégico para la industria, la economía y, sobre todo, para la sociedad.
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