Hablar de salud mental infantil nunca ha sido tan urgente como hoy. Vivimos en una época marcada por el rendimiento, la inmediatez y el estrés, donde incluso los niños absorben presiones que a veces los adultos subestimamos.
Pero los más pequeños también sienten miedo, tristeza y frustración, y lo más dañino que podemos hacer es callar o minimizar esas emociones.
Validar lo que sienten no solo es un acto de contención. Es una inversión en su futuro. Cuando un adulto escucha con respeto y sin juicio, le está enseñando al niño que todas las emociones son legítimas,. Reafirma que no hay sentimientos prohibidos, y que puede aprender a reconocerlos y gestionarlos.
Desde el enfoque Montessori, que guía nuestro trabajo en el Colegio Epullay, el acompañamiento emocional no es accesorio. Es parte de la vida diaria.
Nombrar las emociones, modelar cómo los adultos gestionamos las nuestras. Eso es ofrecer espacios seguros de expresión a través de cuentos o juegos. Son herramientas simples pero poderosas para madres, padres y educadores.
No se trata de resolver todo por ellos, sino de enseñarles que sentirse frustrado o triste es normal. Que esos sentimientos no los definen.
Cuando los niños se sienten comprendidos, recuperan más rápido su equilibrio, están más dispuestos a aprender y desarrollan mayor empatía hacia sus pares. En el fondo, conversar sobre lo que sienten es mucho más que acompañarlos: es darles las herramientas para ser adultos más seguros, conscientes y respetuosos.
Por Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay
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