
Cada vez más empresas en América Latina están incorporando criterios de sustentabilidad en sus operaciones. No solo por razones ambientales, sino también como una estrategia. Para asegurar su competitividad en el mediano y largo plazo.
La presión regulatoria internacional, el aumento de costos energéticos y las expectativas sociales. Frente al cambio climático están impulsando a las organizaciones a repensar sus modelos productivos y adoptar prácticas más responsables.
Ahorros, resiliencia y reputación
Expertos en gestión empresarial coinciden en que la sustentabilidad dejó de ser un “valor agregado”. Para transformarse en un requisito estructural. Las razones son diversas:
Eficiencia en recursos: la adopción de tecnologías inteligentes permite reducir consumos de energía y agua.
Huella de carbono: el desarrollo de planes de descarbonización contribuye a enfrentar compromisos climáticos internacionales.
Economía circular: reutilizar materiales y reducir residuos fortalece la relación con comunidades y aporta estabilidad operativa.
Para Luciana Arouca, Head de Servicios de Sustentabilidad para América Latina de JLL:
“El desafío no es solo cumplir con regulaciones ambientales. Sino anticiparse a los cambios globales que están redefiniendo cómo las empresas compiten y se proyectan a futuro”.
Un cambio de paradigma empresarial
La adopción de estrategias ambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Está transformando la forma en que las organizaciones planifican sus operaciones.
Además de reducir costos, mejora su capacidad para atraer inversión y talento. En un contexto donde la ciudadanía valora la coherencia entre discurso y acción ambiental.
En la región, diversas consultoras y actores privados han intensificado el trabajo con empresas para identificar brechas. Diseñar planes de acción y medir impactos de manera más rigurosa. Un paso que hace solo unos años era considerado voluntario y hoy es, en muchos sectores, prácticamente ineludible.





